Imaginemos una roca sólida, imponente e inquebrantable. Al principio, una única gota de agua que cae sobre ella no produce ningún efecto visible. Sin embargo, con el paso del tiempo, la constante caída de gotas comienza a erosionar la superficie de la roca. Poco a poco, pequeñas grietas y hendiduras se van formando, debilitando la estructura de esta.
De esta misma manera, la autoestima de un niño o adolescente se desgasta gradualmente bajo el peso del maltrato sutil. Este tipo de maltrato, caracterizado por comentarios hirientes, críticas constantes, burlas, invasión a la privacidad, actitudes despectivas, desatención, falta de apoyo emocional y negación de sus necesidades, ejercido por figuras parentales, va minando poco a poco la confianza en sí mismo del niño o adolescente, debilitando su capacidad para aspirar a una vida plena y satisfactoria.
Cada gota de maltrato, aunque aparentemente insignificante, pues no deja huellas en el cuerpo, sino en el interior, crea una profunda sensación de vacío y la desoladora certeza de no ser digno de amor.
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