El otro día, mientras realizaba compras en una tienda de conveniencia, me percaté de la presencia de un niño youtuber junto a su familia. De inmediato, las miradas se concentraron en él. Diversos adultos se dirigieron al niño, cuyo nombre coincide con el de su canal, con frases como: "Hola, ¿cómo estás?", "¿Me puedo tomar una foto contigo?".
Algunas preguntas estaban dirigidas a indagar en aspectos de su vida personal -una esfera que desde hace tiempo ha dejado de ser privada para él-. La familiaridad con la que se acercaban estas personas resultaba alarmante. El niño, por su parte, solo sonreía, pues este tipo de interacciones ya forman parte de su cotidianidad. Eso sí, sus padres, orgullosos y afables, atendían con amabilidad a quienes solicitaban fotos.
Ante esta escena, no pude evitar reflexionar sobre lo que significa para este niño ser reconocido por millones de personas y verse expuesto a este tipo de acercamientos inesperados, donde le formulan comentarios de todo tipo, preguntas íntimas y le piden fotos que, sin duda, serán compartidas con una gran cantidad de personas.
¿Cómo afectará esto a su sentido de intimidad y privacidad?
¿De qué manera impacta esta constante exposición a la capacidad del niño para desarrollar relaciones auténticas y genuinas?
¿Es realmente beneficioso para un niño estar expuesto a una audiencia tan amplia desde una edad temprana?
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