Detrás de cada foto, anécdota o video compartido en redes sociales, nos guste admitirlo o no, se esconde una necesidad profunda de reconocimiento y aceptación. Esta búsqueda de validación externa nos ha llevado a desdibujar la línea entre lo privado y lo público, exponiendo la vida de nuestros hijos en internet. Ya sea para ganar popularidad, generar ingresos o cualquier otra razón que gire en torno a las necesidades del adulto, estamos utilizando a nuestros hijos como medios para un fin, poniendo en riesgo su seguridad y bienestar emocional. ¿Hemos considerado cómo se sienten (o sentirían) nuestros hijos al ver sus vidas expuestas en internet, o las posibles consecuencias a largo plazo de esta exposición?
La verdadera crianza respetuosa implica, entre otras cosas, proteger a nuestros hijos no solo de los peligros evidentes del mundo digital, sino también del riesgo potencial que nosotros mismos, como padres y madres, podemos representar para ellos al no ser plenamente conscientes de nuestras acciones y motivaciones.
Y es que un adulto que no comprende su propio mundo emocional es más susceptible a caer en la trampa de la validación instantánea que ofrecen las redes sociales, en ese afán por llenar vacíos emocionales.
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