El trauma de traición ocurre cuando las personas en las que hemos confiado nos decepcionen o nos dañan. Esto puede ser especialmente difícil de procesar cuando ocurre durante la infancia, cuando estamos aprendiendo a confiar en los demás. Si un niño tuvo que confiar en sus cuidadores para su supervivencia, y estos cuidadores lo traicionaron, es posible que el niño desarrolle un trauma de traición. Cuando el niño llegue a la adolescencia, puede comenzar a cuestionar la lealtad de sus padres y de sí mismo. “Todos los adultos que hayan sentido que sus padres, cuando eran niños, los han usado o abusado se sentirán muy mal, porque se da lo que llamamos un trauma de traición. Es decir, sienten que sus padres no hacían lo mejor para ellos como hijos si no que hacían lo que los padres querían para su provecho como adultos”, admite el psicólogo Manuel Hernández, especialista en apego, neurobiología y emociones. Además, esta sobreexposición, entendida como trauma, puede conllevar “que se den en el niño adulto situaciones extremas, como por ejemplo una necesidad extrema de ser el centro de atención todo el tiempo o, por el contrario, un miedo terrible a sentirse expuestos de nuevo”.
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